Una carta a mi abuela
Querida abuela,
Hoy me desperté pensando en ti. Hace meses que no hablamos, pero cada día recuerdo tus palabras, tus historias y tus abrazos.
Cuando era niño, me encantaba pasar los veranos en tu casa. Me despertabas con el olor del pan recién horneado y siempre tenías una sonrisa para mí. Jugábamos a las cartas, paseábamos por el parque y en las noches veíamos películas antiguas.
Ahora que soy adulto, entiendo mejor muchas cosas que me enseñaste: la paciencia, el valor del trabajo y la importancia de escuchar.
A veces la vida va muy rápido. Trabajo, responsabilidades, problemas… pero tú me enseñaste a detenerme y disfrutar de lo pequeño.
Gracias por todo lo que me diste, incluso sin darte cuenta. Prometo llamarte más seguido.
Con cariño,
Lucas